"Como logré descubrir en el desierto el remedio para mis preocupaciones"

Extracto del libro: Como vencer las preocupaciones, página 394, de D. Carnegie y E. Salesman. Ediciones Paulinas, libreria San Pablo, Bogotá D.C.

Por Carlos de Foucauld. Fundador

"Tengo que reconocer que los primeros años de mi vida fueron agitados. Me enfadaba por todo y me desesperaba por cualquier cosa. El futuro me asustaba y el pasado me llenaba de tristeza. Pe ro bendigo a Dios que colocó en el camino de mi vida a un hombre iluminado, el P. Huvelin, que me dio el consejo que transformó mi vida : 'hacer la experiencia de vivir un poco en el desierto'.

Me fui a Marruecos, y allí me puse a vivir  entre las tribus más pobres de la nación. Me alegro de haberlo hecho. Aquellas gentes tan humildes me enseñaron a vivir sin preocupación. Lo primero que me repitieron hasta que se me grabara en la mente para no olvidárseme nunca fue aquel principio de san Pablo: 'Todo sucede para bien de los que aman a Dios' Los único que sucede para mal son nuestros pecados, pero a veces hasta de los mismos pecados hace Dios que saquemos algún provecho., porque el sabe sacar bien hasta del mismo mal.

Llegaban a veces terroríficas tempestades que arrastraban con todo lo que encontraban. Yo empezaba a impacientarme, pero los ancianos, campesinos de la tribu me repetían: ' Dios todo lo sabe. Nada sucede sin que el lo permita. Si lo ha permitido por algo será. Él podría haber permitido que no sucediera. Si la ha permitido debe ser que tiene también un plan en nuestro favor. Él nos ama y no hace nada para nuestro mal '. Yo al escuchar esto sentí una paz que nunca antes había experimentado.

Llegó una falta de lluvias tan pavorosa que los campesinos tuvieron que darle muerte a todas las crías de sus animales porque sabían que de todos modos estos animalitos no sobrevivirían. Sacrificando las crías esperaban salvar las ovejas madre. Fue necesario hacer una larguísima caminata de semanas y semanas hacia el sur en busca de agua. Todo se hizo en calma. sin preocupaciones ni quejas ni lamentos por las pérdidas sufridas. Su lema era el de Job: ' Dios nos lo dio. Dios nos lo quitó. Bendito sea Dios '. El jefe de la tribu dijo: ' No está tan mal. Pudimos haberlo perdido todo. Pero alabado sea Dios porque nos ha dejado el 40% de nuestras ovejas. Con esto podemos empezar de nuevo '. Y yo pensaba: - que distinto este modo de reaccionar al de nosotros los occidentales que rabiamos y maldecimos por la menor pérdida o el más pequeño inconveniente. ¡Con razón ellos sufren sesenta veces menos de úlceras y de enfermedades nerviosas que nosotros!

Los siete años que viví con aquellos campesinos en el desierto me convencieron de que los neuróticos, los dementes, los ulcerosos de estómago, los que tienen que estar tomando licor o drogándose, en nuestros países de occidente, son el producto de un modo de vivir que tenemos, llenos de prisa, afanes, impaciencias, y ganas de que nada resulte difícil y desagradable".








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