Ir a la fija


Durante un mes estuve invirtiendo en un juego de azar llamado Chance. Todos los días me decía: " no hay alguien que tenga más suerte que yo, además los números ganadores me serán revelados particularmente en forma clara y determinante". Pero vaya sorpresa, por alguna razón mis voceros siempre se equivocaban. Pero era comprensible, ya que ésta era una actitud calculada tan solo para mi bien: fortalecer mi fe, mi paciencia y lealtad hacia ellos. Sólo después de esta prueba se me revelarían los números ocultos; sin embargo, los días pasaban y aquellas voces continuaban probándome.

Días después decidí cambiar de consejeros: sí, estaba seguro de que los milagros estaban en otros lados, razón por la cual me levanté temprano esa mañana y me dirigí a un barrio de Bogotá de alto estrato. Observé muchos edificios a mi alrededor y me dije: apostemos esta vez a que en más de un edificio deberían necesitar de mis servicios; entonces, entré a cada uno de ellos para dejar una hoja de mis servicios y preguntar al vigilante el nombre y teléfono del administrador. Al cabo de una hora había visitado como cuarenta edificios y obtuve los datos en el ochenta por ciento de ellos. Cada día hacía lo mismo y guardaba celosamente estos datos para trabajarlos después. Para sorpresa mi teléfono comenzó a sonar; sí, eran las supuestas personas interesadas en mis productos y servicios. Acordamos citas, y al cabo de poco tiempo me encontraba venturosamente sirviéndolas.
Me di cuenta que esta inversión estaba lejos de ser azarosa: era ir a la fija.

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