En la buseta


Mi cuerpo se sacudía en todas las direcciones ya que el conductor aceleraba y frenaba bruscamente la buseta. Logré sentarme en una silla bastante desgastada. A mi lado un señor dormía profundamente. Cuando la buseta se detuvo por tercera vez en la misma cuadra, me di cuenta que mas adelante, junto al semáforo, una familia, aparentemente necesitada, contemplaba con asombrosa alegría los dos enormes panes francés dados por una de las ocupantes de los asientos traseros de un vehículo particular.  A medida que la buseta continuaba su recorrido, el conductor no hacia sino hacer sonar su coqueto pito a  las bellas caminates de afuera.

Eran como las tres de la tarde de un día soleado, y solo la mitad de los asientos estaban ocupados.   La calma y  letargo de algunos de los somnolientos pasajeros contrastaba con el fruncido seño que la prisa había marcado en la frente de algunos impacientes conductores de afuera; dicho sopor se hizo más profundo por el aroma exquisito emanado del perfume de una bella y joven dama que se desplazaba hasta una de las filas de asientos del fondo; tomo la silla, y sentada a su lado estaba una señora lactando a su bebe de poco menos de un año.

La voz lastimera de una señora que se subió para  vender dulces pedía disculpas a los pasajeros por la interrupción. - No se disculpe por trabajar señora.  Le replicó un gentil, extrovertido y perdido joven que se acaba de subir; y a quien, ante su duda, un pasajero ya le había  respondió que la buseta que había tomado sí le llevaría a su destino en Suba.  Rato después nos comentó, con el alegre y típico modo de hablar de los paisas, que era la primera vez que visitaba Bogotá y  que había acabado de llegar de Medellín para quedarse donde una tía.

  El rostro agradecido y sonriente de la señora de los dulces brilló de tal manera, que inmediatamente despertó la generosidad de la mayoría de los pasajeros. No sucedió lo mismo con un señor que, minutos después y ante la indignación del conductor, se subió sin pagar su pasaje por la puerta de atrás para pedir plata con el argumento de que hacía un día había salido de la cárcel y que no quería volver a robar.

Bueno, una hora después llegué a mi destino y la buseta continuó su rumbo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Charlas con la Nena

El milagro más grande eres tú