En la buseta
Mi cuerpo se sacudía en todas las direcciones ya que el conductor aceleraba y frenaba bruscamente la buseta. Logré sentarme en una silla bastante desgastada. A mi lado un señor dormía profundamente. Cuando la buseta se detuvo por tercera vez en la misma cuadra, me di cuenta que mas adelante, junto al semáforo, una familia, aparentemente necesitada, contemplaba con asombrosa alegría los dos enormes panes francés dados por una de las ocupantes de los asientos traseros de un vehículo particular. A medida que la buseta continuaba su recorrido, el conductor no hacia sino hacer sonar su coqueto pito a las bellas caminates de afuera. Eran como las tres de la tarde de un día soleado, y solo la mitad de los asientos estaban ocupados. La calma y letargo de algunos de los somnolientos pasajeros contrastaba con el fruncido seño que la prisa había marcado en la frente de algunos impacientes conductores de afuera; dicho sopor se hizo más profundo por el aroma exqui...